El 2 de junio se celebró la fiesta nacional donde Italia conmemora el referéndum constitucional de 1946, cuando por sufragio universal los italianos fueron llamados a decidir qué forma de gobierno –monarquía o república– querían para su país tras la Segunda Guerra Mundial y la caída del fascismo.
La votación fue reñida ya que por casi 12 millones contra casi otros 11 millones Italia se convirtió en República tras 85 años de monarquía, lo que llevó al “exilio” a los reyes de la casa de Saboya sumado a que fueron desposeídos de cualquier vestigio de poder.
Nabucco, la obra judía de Verdi, cuenta la historia del exilio hebreo en Babilonia tras la pérdida del Primer Templo de Jerusalén y Va, pensiero del tercer acto expresa la nostalgia por la tierra natal.
Una ópera maravillosa, pero también, y es el motivo por el que finalmente cautivó a toda Italia, por la asociación que hacía el público entre la historia del pueblo israelí y las ambiciones nacionalistas del pueblo italiano, un canto contra la opresión extranjera en la que vivían, uno de los símbolos que, con frases como Oh mia patria sì bella e perduta! –¡Oh, mi patria, tan bella y abandonada!-, utilizó el pueblo para reforzar el ideal de independencia y unificación de toda la península italiana.